domingo, 24 de junio de 2018

Mis ojos

Te escribo esto porque ninguna de las servilletas de los bares que solíamos frecuentar son dignas de tener un terceto invocando tu persona.
Ha pasado ya suficiente tiempo pero no alcanza aún para dejar de lado los versos que escribí con mis dedos de lapices y tu piel de papel.
Necesito decirte de alguna forma que te quiero porque corregís mis errores mostrándolos, aceptándolos, amándolos.
Y más bien no te quiero, sino que te espero, porque querer se quiere algo que no se tiene y yo no quiero tenerte, quiero que en algun momento el universo o lo que sea coaccione para que te encuentre entrando por mi puerta. Entonces poder amar tus defectos y mostrarte que somos defectuosos como tantas otras personas, con la diferencia que nuestros defectos no nos molestan, son mejor dicho puentes que nos conectan desde la imperfección.
Y quizás sea mi extrema prudencia heredada de mi padre que no me deja hacer una locura por vos, porque sería forzado, y me han enseñado que nada se gana por la fuerza.
Estoy seguro que, si no estoy equivocado, vas a venir sin más locuras que las que cargamos de todos los tropiezos que nos provocó la vida.
Te voy a leer un poema de Benedetti, vas a sonreír con esos ojos verdes que destrozan mi indeferencia, voy a darte un beso en la frente y una caricia en tu sien con mi dedo pulgar. Y quizás así en una especie de premio por lo tolerado pueda llegar a verte una mañana con tus párpados pálidos en clausura y un rayo de luz en tu pelo de esos que lo aclaran y lo dejan con un dorado digno de un primer puesto.
Es mi prudencia, que aceptas y según tus palabras te agrada, la que no me permite decirte lo linda que te ves, porque recuerdo escucharte decir que no te gustan los halagos respecto a tus características físicas y además puedo suponer que todas las mañanas te ves al espejo y lo reconoces como una virtud propia, al menos esa es una de las hipótesis que no te cuento respecto a tu persona.
Tus lunares, por dios tus lunares, me dejan en la lona, dispuestos como a mano por alguien que sabía lo que hacía.
Tu piel tocada, tus ojos mirados y tus labios besados ¿Qué me importa a mí si hoy soy yo quién los disfruta?
Y aunque sea la última vez seré afortunado de haberlo gozado al menos una vez.
Al fin y al cabo, acepto tu pedido en cuanto a halagos respecta porque no es relevante, y es que no me pueden importar tus labios cuando hay tanto para admirar en tu mente. Y en aquel bar cruzando el parque extripando una parte del amor que sentía escribí con una birome que sangraba en un papel que esquivaba:

"Es tan incorrecta
Tantas veces es
En tantos niveles
En toda recta
Es tan perfecta
Y tan incorrecta."

Y cobra cada vez más sentido querida, me recuerda a aquel escrito que redacté para demostrarte en un humilde regalo lo mucho que te quiero y una vez más usando de cómplices las servilletas de un bar te di una flor de papel y en otra escribí:

"El mundo es una mierda,
Una auténtica mierda
Nos queda amarnos y nada
Más que amarnos con toda
La fuerza que quepa
En nuestros brazos
Desnudos, cansados
Pero sinceros
Como calmados."

Porque entendías, como yo, lo difícil de esta vida.
Ahora esta chica "perfecta" reclama una parcela en mi corazón, reclama mi mirada más enamorada. Pero ¿Cómo puedo prestarle mis ojos a alguien más? Si ya no son míos desde que me los robaste hace un tiempo atrás.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario